No hay mayor exilio que el exilio interior; y autoimpuesto. Exilio gris, triste en tardes inacabables, inabarcables, de músicas oídas e interpretadas en afanes de aprendizajes sin sustancia interior.
No hay mayor exilio que el exilio patrio; y sin salir de casa. Exilio negro, abrumador por la impotencia de no saber qué solución dar a las fechorías de estos verdaderos apátridas de la razón, nacidos en y por el capital.
No hay mayor exilio que el de la sinrazón que nos gobierna.
Y, de pronto, una tarde noche, sales de tu exilio y encuentras a tu FAMILIA. Y los quieres. Y te quieren. Metáfora de una visión fugaz, de un espejo deformante de la realidad, vuelves al exilio, y buscas en tu interior la salida a tu exilio: ¿Está? Y no lo sabes; simplemente, escribes. ¿Ya es algo?