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jueves, 26 de mayo de 2011

Sobre el concepto de obra abierta en Umberto Eco

En su libro Obra abierta, uno de los primeros que publicó, Umberto Eco se plantea cuestiones de estética a propósito de unas obras musicales de amigos suyos. Basándose claramente en El marxismo y la filosofía del lenguaje, de Mijaíl Bajtín, y sin alejarse mucho de la realidad que es una obra literaria, se centra en los aspectos comunicativos para decir, con una alta dosis de especulación filosófica, algo que es obvio: cualquier obra literaria es abierta, en el sentido de que acepta infinidad de lecturas, si bien poniendo coto a tal infinitud. Es el emisor del mensaje literario quien selecciona las múltiples lecturas (no siempre el producto final del acto de creación se corresponde con la intencionalidad estética del autor); el mensaje ofrece, a través del extrañamiento que nos puede producir el uso de signos de un código que se salen de lo habitual (entendido el signo como la relación entre un significante y un significado), la ambigüedad, que colabora a las variadas interpretaciones; el receptor, tomando en consideración el "pacto" implícito en la lectura entre el autor y el lector, interpretará, pero siempre dentro de los cánones y guías supuestamente marcados por el autor. Hace especial hincapié en el hecho de considerar la obra, a la hora de su interpretación, como un todo, que es lo que nos provocará la fruición. Sin embargo, el acto de leer, como bien indica Eco, supone diversos estados por parte del receptor: aunque se nos da el texto como algo ya hecho, los condicionamientos psicológicos del lector a lo largo del proceso de lectura impiden, en la mayor parte de los casos, que la obra se aprehenda en su totalidad (hablo de la novela especialmente, aunque también es aplicable a la obra de teatro en su forma escrita y a la poesía extensa). Eco parece hablar de un acto de comunicación llevado a su extremo en el que uno de los elementos fundamentales para el concepto de "obra abierta" es (siempre según mi interpretación), algo ideal, utópico (o, al menos, yo no consigo el grado de abstracción necesario para llevar a cabo la decodificación del mensaje literario tal como lo exigen las palabras de Eco): el receptor.
En cualquier caso, las lecturas y, sobre todo, las relecturas llevan a una mayor comprensión de las intenciones del autor. Todo esto, claro está desde un punto de vista filosófico-estético, que queda claramente fuera del lector habitual, el que lee solo con intención de recibir un placer a través de la lectura (son la mayoría). A la luz de estas afirmaciones, queda claro que la consideración de "obra abierta" debe quedar solo para los que están capacitados para llevar a cabo un acto de lectura que va plus ultra. Bien es cierto que Eco no lo niega en absoluto, solo lo oculta. Dicho ocultamiento viene a ser, al fin y al cabo, una especie de encerrona. Situado fuera de la capacidad prácticamente nula de un lector del común para ahondar en la obra, nos presenta una poética que viene a ser la defensa de los privilegios de los capacitados. Alguien, como Eco, que parte de una base marxista (vid. supra) no puede embrollar la cuestión como Eco lo hace, sino que debe precisamente hacer lo contrario.
Esta que parece crítica negativa no lo es tanto.

Aunque se quedan muchas cosas en el tintero, espero comentarios, precisamente para ahondar en el asunto.

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